Los usos de la técnica holográfica son variados. Inicialmente se diseñó para dar realce a las imágenes de los microscopios electrónicos, durante los años cincuenta. Sin embargo pronto se vio que a una escala más grande, los hologramas tenían interesantes usos por su condición de únicos.
El holograma es una imagen 'torcida' (o escorada si se prefiere) debido a que sólo se produce en su forma correcta (la simulación tridimensional del objeto real) cuando el 'rayo referencial' llega con un determinado ángulo. Es por ello que el holograma sólo se ve cuando el ojo coincide con dicho ángulo y sólo entonces. En otros ángulos la imagen se pierde en una escala de colores sin forma, de ahí que los hologramas siempre presenten destellos irisados.
El ángulo correcto depende de muchos factores, como el tipo de placa fotosensible, la forma del objeto, sus colores, su densidad, etcétera. Por lo tanto, si se usa siempre el mismo soporte fotosensible y se graba siempre el mismo holograma en un proceso estandarizado, guardando celósamente las características del mismo bajo llave, el holograma es único e intransferible. Es un sello de autenticidad de la placa que lo soporta.